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viernes, 18 de enero de 2013

El milagro laboral de Islandia

Ariel Hidalgo. Un fantasma recorre el mundo: el ejemplo de las reformas islandesas. Como fantasma al fin, no se ve en las primeras planas de los principales periódicos del mundo, pero se siente. En días pasados la agencia de calificación crediticia Standard & Poor, al mismo tiempo que dio a conocer las alarmantes cifras de la mayoría de los países de Europa sobre el desempleo, en particular España con 24.44 por ciento, revela, como contraste, la notable mejoría de Islandia que en dos años y medio lo ha ido reduciendo desde el 12 por ciento hasta la actual cifra de cinco, y califica su economía de “próspera y flexible” para concluir con este pronóstico satisfactorio: “solvencia a largo plazo”.

El éxito de este país, que fue el primero en sufrir la crisis del 2008 y que algunos observadores califican de “milagro laboral islandés”, no debería sorprender a quienes leyeron mi artículo El poder detrás del trono, publicado en este periódico el pasado 9 de julio. En octubre del 2008 el sistema financiero de Islandia colapsó, y a diferencia de Estados Unidos y Europa, donde la población aceptó pasiva que los bancos fueran salvados con sus propias contribuciones, la gente se lanzó a las calles, el gobierno se derrumbó y un nuevo gabinete, compuesto por verdes y socialdemócratas, no sólo se negó a pagar un solo centavo de los contribuyentes para el rescate de sus tres principales bancos, sino que además, los nacionalizó, e intervino los activos de estas agencias para luego transferirlas a nuevas sociedades saneadas, e incluso procesó y encarceló a algunos de los banqueros por su responsabilidad con la crisis. Como complemento político, 25 ciudadanos fueron elegidos entre 522 candidatos por sufragio universal al margen de los partidos políticos para redactar una constitución que incluye el derecho a la información con acceso público a los documentos oficiales, la creación de un Comité de Control de Responsabilidad del Gobierno y otros mecanismos que otorgan poder a la ciudadanía.

El ejemplo es incómodo para los grandes intereses internacionales porque demuestra la efectividad de una política que prioriza los de la población por sobre los bancarios. Frente al argumento de que las principales agencias bancarias son demasiado grandes para permitir su quiebra, el caso islandés demuestra lo contrario: es el pueblo el que no puede dejarse quebrar jamás. De ahí el silencio en todo el mundo de la inmensa mayoría de los canales televisivos y de la prensa plana. Pero ahora, el que una prestigiosa compañía americana de servicios financieros certifique la validez de la solución islandesa, rasga un tanto el velo con que se intentaba ocultarlo. Por lo pronto, los blogueros y los diarios digitales españoles son los primeros en reaccionar. Diariocritico.com comenta que “Standard & Poor confía más en las ‘recetas’ anticrisis de Islandia que en las de España”. Y El Heraldo manifiesta en un titular que Islandia “resurge de sus cenizas económicas”.

No se trata de planes asistenciales, sino de hacer accesible para los trabajadores el respaldo crediticio que les permita no sólo pagar sus deudas, sino además suplantar el desempleo con el autoempleo. Si la población es la que compra en los mercados, debe tener poder adquisitivo, y es ese poder el que hay que fomentar si queremos que la economía se mantenga activa. De ahí el rechazo a las medidas de severa austeridad que exigía al FMI hace cuatro años a cambio de más de 2 mil millones de euros. A diferencia de España, Grecia, Italia e Irlanda, que aceptaron esa política neoliberal y la aplicaron escrupulosamente, Islandia se negó a pagar ese precio y el resultado ha valido la pena, hasta el punto de que hoy Poul M. Thomsen, subdirector del departamento europeo del FMI, reconoce que “merece la pena reflexionar sobre los avances realizados por Islandia”.

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